Tercer día en Jordania: de Aqaba a la magia de Petra

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Irene Avila

Asesora de viajes personal y fundadora de Kiwaka Travel

panorámica de la pequeña petra en jordania

El tercer día del itinerario comienza en Aqaba, a orillas del Mar Rojo, con una propuesta más relajada que permite al viajero disfrutar del entorno, descubrir rincones de la ciudad y prepararse para uno de los grandes momentos del viaje: la llegada a Petra. La jornada incluye visitas técnicas a hoteles destacados, tiempo libre para explorar el mercado local o relajarse junto al mar, un almuerzo con sabor local, y una parada muy especial en la Pequeña Petra antes de llegar al hotel en Wadi Musa. Una transición perfecta entre la calma de la costa y la emoción del desierto jordano.

Alojamientos y mañana libre en Aqaba

La mañana comenzó con una actividad muy interesante para quienes, como yo, trabajamos en turismo: visitamos tres hoteles en Aqaba —el Westin, el Kempinski y el Hyatt— para conocer de primera mano sus instalaciones y poder asesorar mejor a nuestros viajeros. Si estás pensando en incluir Aqaba como parte de tu viaje, te aseguro que cualquiera de estas opciones garantiza calidad y servicio. Cada uno tiene su estilo propio, desde lo más clásico y elegante hasta propuestas más modernas junto al mar.

Después de las visitas, tuvimos tiempo libre para disfrutar de la ciudad, lo cual fue muy agradecido tras los días anteriores llenos de actividad. Pasear por el mercado de Aqaba es una experiencia en sí misma: especias de colores vivos, telas colgando de los puestos, pequeñas tiendas con dulces típicos como los baklava o los dátiles rellenos, y ese ambiente relajado y cálido de ciudad costera que invita a tomarse las cosas con calma. Además, es un lugar perfecto para comprar algún recuerdo auténtico o simplemente sentarse a observar la vida cotidiana de los locales.

Algunos compañeros optaron por quedarse en la playa y aprovechar el acceso directo al Mar Rojo, mientras que otros decidieron relajarse en la piscina del hotel disfrutando de un buen libro o una bebida fría. También había quienes preferían quedarse en las instalaciones, ducharse con calma y tomar un poco de sol en una tumbona sin más preocupación que la de descansar. Esa flexibilidad fue muy bienvenida en medio de un itinerario que hasta ahora había sido bastante intenso, permitiéndonos tomar aire y disfrutar del destino a nuestro ritmo, sin prisas y con los sentidos bien abiertos.

Almuerzo local y sabores del mar

A la hora del almuerzo fuimos al restaurante Captin, un lugar muy agradable situado cerca del puerto, conocido tanto por su pescado fresco como por su ambiente marinero relajado. La carta ofrecía una buena variedad de platos locales, con opciones tanto para quienes prefieren sabores suaves como para los que se animan a probar especialidades más especiadas. Probamos un mezze variado como entrante —hummus, mutabal, falafel y ensalada fatoush— seguido de un pescado a la parrilla perfectamente cocinado, acompañado de arroz especiado y verduras a la plancha.

Comimos en una terraza con sombra natural gracias a una pérgola cubierta de parras, lo que le daba al ambiente un aire muy acogedor. Desde ahí se podía ver el movimiento del paseo marítimo, con familias y viajeros disfrutando del mediodía. El servicio fue atento, con personal amable que nos explicó cada plato con detalle. Fue una comida relajada, abundante y con sabor auténtico, ideal para reponer fuerzas antes de la siguiente etapa del viaje, que nos llevaría hacia uno de los destinos más emblemáticos de todo Jordania.

Camino a Petra con parada en la Pequeña Petra

Por la tarde hicimos una visita panorámica de Aqaba, recorriendo algunas de sus principales avenidas y disfrutando de las vistas del golfo. Esta pequeña ciudad portuaria tiene un aire especial, una mezcla entre vida local y ambiente turístico, donde el mar siempre está presente como telón de fondo. Pudimos ver algunos de sus edificios históricos, el fuerte mameluco, y la mezquita Sharif Hussein Bin Ali, cuya cúpula blanca contrasta con el cielo azul.

Tras esta visita, nos dirigimos hacia Petra, pero antes de llegar a la famosa ciudad nabatea, hicimos una parada que nos sorprendió gratamente: Al Beida, más conocida como la Pequeña Petra. Este sitio arqueológico, aunque mucho más reducido que Petra, tiene su propia magia. Caminamos entre cañones estrechos, vimos fachadas excavadas en la roca y antiguas viviendas talladas en las paredes de arenisca que todavía conservan restos de pinturas. El lugar estaba casi vacío, lo que permitió apreciar el silencio del desierto y la atmósfera casi mística del lugar.

Pequeña Petra fue en su momento una zona de paso y comercio para las caravanas nabateas, y se nota en la estructura del sitio. Aunque más modesta, conserva ese mismo estilo arquitectónico que luego veremos a gran escala en Petra. Me pareció un lugar íntimo, lleno de misterio y con una energía muy especial, ideal como introducción a lo que vendrá al día siguiente.

Llegamos ya de noche a nuestro hotel en Petra, el Mövenpick Resort, donde nos esperaba la cena y una habitación acogedora para descansar. Sabía que el día siguiente sería uno de los grandes momentos del viaje. Pero de eso, te cuento mañana.

Si quieres que te preparemos un viaje con este ritmo equilibrado entre descubrimiento y descanso, pide tu presupuesto. En Kiwaka Travel lo diseñamos para que cada día tenga su propia magia.

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Irene Avila

Asesora de viajes personal desde hace ya 8 años, anteriormente trabajo en el sector de viajes durante 17 años asegurando medios a viajeros de todo el mundo. Apasionada por su trabajo viaja tanto como puede para conocer de primera mano los destinos que luego recomienda a sus clientes. Por ahora lleva visitados 20 países diferentes y sigue contando.

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