Después de la emoción de Petra, comenzamos el día inmersos en otro paisaje sobrecogedor: el desierto de Wadi Rum. Desde las 8 de la mañana, subimos a los vehículos 4×4 conducidos por beduinos y nos adentramos en este inmenso valle de arena roja y formaciones rocosas esculpidas por el viento. El contraste con los días anteriores es total, y eso es justamente lo que hace a Jordania tan especial: cada día parece pertenecer a un mundo distinto
La experiencia de cenar y dormir en el desierto
Pasamos la noche en uno de los campamentos del desierto, en tiendas tipo cápsula con forma de burbuja, diseñadas para disfrutar del entorno sin renunciar a las comodidades. Sorprende lo bien preparadas que están: camas cómodas, baño privado con ducha, aire acondicionado y vistas espectaculares al cielo estrellado del Wadi Rum. Dormir en medio del desierto, rodeados de silencio y con las montañas rojizas como telón de fondo, fue sin duda una de las experiencias más especiales del viaje.
Durante la cena, tuvimos la oportunidad de conocer una de las tradiciones más sorprendentes de la gastronomía beduina: la barbacoa bajo tierra, conocida como “zarb”. Consiste en cocinar lentamente, durante varias horas, una combinación de carnes, verduras y arroz en un horno enterrado en la arena. El resultado es una comida jugosa, llena de sabor y con ese toque ahumado tan característico. El momento de sacar el zarb del horno, levantando la tapa de arena y metal con todo el grupo alrededor, es casi ceremonial y añade un valor cultural y emocional a la experiencia de cenar en el desierto.
Y despertar a la mañana siguiente
Abrir los ojos en mitad del desierto, desde la cama, y ver cómo la luz del sol empieza a teñir de oro y cobre las montañas que rodean el campamento es algo difícil de describir. Al haber llegado de noche, no habíamos podido hacernos una idea real del paisaje. Pero al amanecer, con el cielo azul intenso y las siluetas rojizas recortadas en el horizonte, comprendí de golpe la inmensidad del lugar. Fue uno de esos momentos en los que el tiempo se detiene, y solo queda dejarse llevar por la belleza de lo que ves.
Explorando el corazón de Wadi Rum
Durante dos horas recorrimos este desierto que parece sacado de otro planeta —no en vano ha sido escenario de múltiples películas—, haciendo paradas en los lugares más emblemáticos: cañones, dunas, puentes naturales de roca y zonas donde la erosión ha creado figuras que desafían la imaginación. Las vistas son inmensas, y el silencio del desierto, solo roto por el motor del 4×4 o el viento entre las piedras, invita a contemplar sin prisas.
Hicimos dos visitas técnicas: primero al campamento Palmera, y más tarde al campamento Mazayen, donde también almorzamos. Ambas opciones nos permitieron ver cómo es una noche en el desierto para los viajeros que eligen vivir esa experiencia. En particular, Mazayen nos gustó por su equilibrio entre comodidad y autenticidad, con tiendas bien equipadas, zonas comunes agradables y una cocina sencilla pero sabrosa.
Después del almuerzo emprendimos el viaje de regreso hacia Amman, atravesando paisajes desérticos y carreteras que serpentean por zonas rurales. Fue un trayecto largo pero tranquilo, ideal para procesar todo lo vivido en los últimos días.
Ya por la tarde, realizamos una inspección en el hotel Signia by Hilton, una propuesta moderna en la capital jordana que destaca por su diseño contemporáneo y su oferta gastronómica. Finalmente, llegamos al Rotana, nuestro alojamiento para la última noche en Jordania, donde nos esperaba la cena y un merecido descanso.
Wadi Rum fue, para muchos del grupo, un descubrimiento inesperado. No siempre es el lugar más famoso del itinerario, pero sin duda es uno de los más impactantes. Si quieres incluir esta experiencia en tu viaje, en Kiwaka Travel lo organizamos todo para que vivas el desierto con la intensidad y el confort que merece.